Domingo - 5 de Febrero,
2017
Anoche, mientras discutía
acaloradamente con un par de amigos en la barra del mexicano de la calle Olmo,
perdí por un momento el hilo de nuestra conversación y me paré a escuchar lo
que hablaban los tres que estaban acodados detrás de mí. Uno de ellos decía “… y eso que me he tomao tres porciones de
pizza ná más”, y el otro “…es que a
mí me pasa que no suelo beber alcohol blanco, y ya con el gin tonic me he
quedao bien…”. Saqué mi teléfono y apunté estas dos frases, conteniendo la
risa, mientras pensaba en lo aburrido que tiene que ser ir a los bares con los
amigotes para hacer recuento de lo que comes y de lo que bebes.
Cuando volví a nuestra conversación,
Fernando me apuntaba con el dedo y me decía: “…te estás pareciendo cada vez más a Javier Marías”. Y yo le
respondí: “No, yo lo que quiero es que la
gente escriba bien, usando las tildes y los dos signos de exclamación y los de
las interrogaciones también, y si no lo hacen pues me cabreo”. Fernando se
reía con todas sus ganas: “Lo que yo te
diga, como el puto Javier Marías”.
Uno de los tres que estaban detrás sacó su móvil
y escribió algo con media sonrisa en el rostro. Intenté ver qué anotaba pero no
lo vi. Cogí mi whisky con Coca-Cola y me lo terminé de un trago. Le di un beso
a Fernando y me fui a casa. Cada vez aguanto menos por las noches.
Lunes - 6 de Febrero, 2017
Esta mañana, el autobús que me lleva a la
oficina iba tan atestado que no he podido sacar el libro que llevaba para leer,
que era lo único que me apetecía hacer a esas horas a falta de poder acostarme
de nuevo. Por leer algo, he acabado fijándome en la conversación que mantenía por
el móvil una chica que se apretaba a mi lado:
Acostumbrado a verlo en las películas, el
amor diario y sin maquillar se manifiesta de manera muy prosaica. Y últimamente
lo hace sin tildes, ni comas, ni signos de puntuación. Cada vez se escribe peor
y yo me enfado como Javier Marías.
Martes - 7 de Febrero, 2017
Hoy sí había más hueco en el autobús, así
que me he puesto a leer la última novela de Landero. Mediado el relato, el
protagonista describe la profunda vergüenza que le asalta cuando extorsiona a
sus padres para sacarles dinero. Al leer la palabra “vergüenza” he notado como
creía un vacío atosigante en mi estómago. Era una sensación muy intensa, como
si alguien me apretase con ambas manos en el abdomen, firmemente pero sin ejercer
una fuerza excesiva. Esta presión ha subido hasta acabar oprimiéndome el pecho,
donde ha empezado a surgir un calor muy focalizado, como si me hubieran
introducido un globo con agua caliente entre los pulmones y la pleura. Así es
como vivo mis sutiles crisis diarias de ansiedad.
Lo curioso es que ese arrebato ansioso no
estaba asociado a nada que me hubiese ocurrido, sino que he sentido vergüenza y
me he ruborizado sólo con leer la propia palabra “vergüenza”. Me ha alterado padecer
un desasosiego por adelantado. A continuación, he sentido la necesidad de
rememorar alguna situación vergonzante, de esas que me asaltan de vez en
cuando, incluso años después de que hayan ocurrido y que aún me hacen sentir
náuseas, exclusivamente por amortizar el excedente de vergüenza que estaba sufriendo
sin ningún motivo… Finalmente, me he puesto a fantasear sobre la posibilidad de
que estos ataques de realidad se hiciesen más comunes, qué ocurriría si
comenzase a adelantar sensaciones sólo con leer las palabras que las definen. Hojear
un diccionario sería una experiencia sensorial magnífica. Habría que evitar,
eso sí, las palabras asociadas a la muerte, no fuese a suicidarme a golpe de
términos funestos.He llegado a la oficina y, un día más, no he encontrado a nadie a quién contarle estas mierdas que se me pasan por la cabeza.
Miércoles 8 de Febrero,
2017
Hoy he tenido una teleconferencia con los
ingenieros de la oficina que dirigen el montaje de la planta bastante explosiva. Estaba bastante cabreado porque no están haciendo ni caso a las
instrucciones que les enviamos hace meses y se han confirmado los temores más
aciagos. Insistieron mis jefes tanto en comprar los componentes más baratos que al final se han roto. Cuando le advertí a mi jefe que esto podría
pasar, me dijo: “Samuel, eres un
purista”. Mi jefe tiene la puñetera habilidad de depreciarte con halagos.
Como iba caliente para la reunión, me he
propuesto dejar hablar a los otros y permanecer en silencio. Si algo he aprendido
con el paso de los años es a anticipar las situaciones en las que puedo acabar
hecho un energúmeno. Como también he aprendido a identificar la resaca
emocional que me dejan estas situaciones, y que me pueden durar días, me propongo
no entrar al trapo.
treinta segundos he permanecido en silencio
y luego, durante más de media hora, he soltado sapos por la boca, sin parar más
que para tomar aire.
Ahora me arrepiento. Otra vez. Este será
otro de esos recuerdos enquistados en mi memoria y del que me voy a avergonzar
durante años. Otro oprobio más para mi interminable lista de malestares
ridículos.
Viernes 10 de Febrero, 2017
Sábado 11 de Febrero, 2017
Tengo una resaca mortal y tengo que sentarme
a escribir un diario de lo que me ha pasado en los últimos siete días. A ver
qué coño me invento.
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