miércoles, marzo 01, 2017

Diario de una semana

Domingo - 5 de Febrero, 2017
 
Anoche, mientras discutía acaloradamente con un par de amigos en la barra del mexicano de la calle Olmo, perdí por un momento el hilo de nuestra conversación y me paré a escuchar lo que hablaban los tres que estaban acodados detrás de mí. Uno de ellos decía “… y eso que me he tomao tres porciones de pizza ná más”, y el otro “…es que a mí me pasa que no suelo beber alcohol blanco, y ya con el gin tonic me he quedao bien…”. Saqué mi teléfono y apunté estas dos frases, conteniendo la risa, mientras pensaba en lo aburrido que tiene que ser ir a los bares con los amigotes para hacer recuento de lo que comes y de lo que bebes.
Cuando volví a nuestra conversación, Fernando me apuntaba con el dedo y me decía: “…te estás pareciendo cada vez más a Javier Marías”. Y yo le respondí: “No, yo lo que quiero es que la gente escriba bien, usando las tildes y los dos signos de exclamación y los de las interrogaciones también, y si no lo hacen pues me cabreo”. Fernando se reía con todas sus ganas: “Lo que yo te diga, como el puto Javier Marías”.
Uno de los tres que estaban detrás sacó su móvil y escribió algo con media sonrisa en el rostro. Intenté ver qué anotaba pero no lo vi. Cogí mi whisky con Coca-Cola y me lo terminé de un trago. Le di un beso a Fernando y me fui a casa. Cada vez aguanto menos por las noches. 
Lunes - 6 de Febrero, 2017
Esta mañana, el autobús que me lleva a la oficina iba tan atestado que no he podido sacar el libro que llevaba para leer, que era lo único que me apetecía hacer a esas horas a falta de poder acostarme de nuevo. Por leer algo, he acabado fijándome en la conversación que mantenía por el móvil una chica que se apretaba a mi lado:


Acostumbrado a verlo en las películas, el amor diario y sin maquillar se manifiesta de manera muy prosaica. Y últimamente lo hace sin tildes, ni comas, ni signos de puntuación. Cada vez se escribe peor y yo me enfado como Javier Marías.

Martes - 7 de Febrero, 2017

Hoy sí había más hueco en el autobús, así que me he puesto a leer la última novela de Landero. Mediado el relato, el protagonista describe la profunda vergüenza que le asalta cuando extorsiona a sus padres para sacarles dinero. Al leer la palabra “vergüenza” he notado como creía un vacío atosigante en mi estómago. Era una sensación muy intensa, como si alguien me apretase con ambas manos en el abdomen, firmemente pero sin ejercer una fuerza excesiva. Esta presión ha subido hasta acabar oprimiéndome el pecho, donde ha empezado a surgir un calor muy focalizado, como si me hubieran introducido un globo con agua caliente entre los pulmones y la pleura. Así es como vivo mis sutiles crisis diarias de ansiedad.
Lo curioso es que ese arrebato ansioso no estaba asociado a nada que me hubiese ocurrido, sino que he sentido vergüenza y me he ruborizado sólo con leer la propia palabra “vergüenza”. Me ha alterado padecer un desasosiego por adelantado. A continuación, he sentido la necesidad de rememorar alguna situación vergonzante, de esas que me asaltan de vez en cuando, incluso años después de que hayan ocurrido y que aún me hacen sentir náuseas, exclusivamente por amortizar el excedente de vergüenza que estaba sufriendo sin ningún motivo… Finalmente, me he puesto a fantasear sobre la posibilidad de que estos ataques de realidad se hiciesen más comunes, qué ocurriría si comenzase a adelantar sensaciones sólo con leer las palabras que las definen. Hojear un diccionario sería una experiencia sensorial magnífica. Habría que evitar, eso sí, las palabras asociadas a la muerte, no fuese a suicidarme a golpe de términos funestos.
He llegado a la oficina y, un día más, no he encontrado a nadie a quién contarle estas mierdas que se me pasan por la cabeza.
 

Miércoles 8 de Febrero, 2017

Hoy he tenido una teleconferencia con los ingenieros de la oficina que dirigen el montaje de la planta bastante explosiva. Estaba bastante cabreado porque no están haciendo ni caso a las instrucciones que les enviamos hace meses y se han confirmado los temores más aciagos. Insistieron mis jefes tanto en comprar los componentes más baratos que al final se han roto. Cuando le advertí a mi jefe que esto podría pasar, me dijo: “Samuel, eres un purista”. Mi jefe tiene la puñetera habilidad de depreciarte con halagos.
Como iba caliente para la reunión, me he propuesto dejar hablar a los otros y permanecer en silencio. Si algo he aprendido con el paso de los años es a anticipar las situaciones en las que puedo acabar hecho un energúmeno. Como también he aprendido a identificar la resaca emocional que me dejan estas situaciones, y que me pueden durar días, me propongo no entrar al trapo.
treinta segundos he permanecido en silencio y luego, durante más de media hora, he soltado sapos por la boca, sin parar más que para tomar aire.
Ahora me arrepiento. Otra vez. Este será otro de esos recuerdos enquistados en mi memoria y del que me voy a avergonzar durante años. Otro oprobio más para mi interminable lista de malestares ridículos.

Viernes 10 de Febrero, 2017

 Hoy nos han llamado del banco para decirnos que nos han aprobado la hipoteca. He llamado a Ray para contárselo. “No sé si reírme o si echarme a llorar”, le he dicho. “Natalia sabe hacer las dos cosas a la vez. Esta noche quedamos para cenar y que te enseñe”. Me gusta quedar con Ray porque le quita hierro a mis paranoias.
Más tarde, nos hemos tomado dos botellas de vino y dos chupitos de un licor chino que marcaba 56 grados. “Esto tiene que ser ilegal”, ha dicho Ray y yo inmediatamente me lo he creído, porque él es abogado y porque yo ya iba bolinga y estaba blandito.

Sábado 11 de Febrero, 2017

Tengo una resaca mortal y tengo que sentarme a escribir un diario de lo que me ha pasado en los últimos siete días. A ver qué coño me invento.

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