Confieso que he visto Avatar. Con unas gafas que no se pondría ni Paco Clavel harto de ginebra, me he dejado llevar por un mundo tridimensional (qué novedad) de vegetación abundante, animales imposibles y guerreros azules de mística perrofláutica. Y frente a toda esta fanfarria utópica y chorra, los humanos con sus contradicciones y su enfermiza obsesión por joderlo todo. Punto y final. O no.
Días después, el diario Público anuncia: 'Avatar' provoca depresiones y pensamientos suicidas. Con mayúsculas pienso yo: TÓCATE LOS COJONES. Yo es que, aunque muy vulgarmente, reflexiono hasta con puntos y comas.
Parece ser que miles de internautas expresan sus ganas de abandonar la vida tras haber visto la película. Y es que nuestro planeta no se parece a Pandora, porque en lugar de sabios árboles milenarios tenemos una torre en Abu Dhabi llena de petrodólares, porque el ser humano es un ente cruel, egoísta y destructivo… que además no es azul. Yo de pequeño quería ser un vaquero y morir defendiendo la libertad del condado, pero las tonterías se me quitaban cuando me daban una pedrada en toda la frente. La reacción de otros frente a tanta frustración es enchufarse al Twitter y anunciar que quieren morirse. Así, sin salir a la calle y al menos gritar que este mundo es un asco.
Cuando uno se quita las gafas 3D y pone las noticias en la televisión, bidimensionales y cutres, ve a negros muriéndose sin un ápice de glamour galáctico. Negro no es azul, y tampoco es lo mismo vivir en un país lleno de moscas y mierda que en el planeta Pandora. Pero todavía no he leído, en ningún sitio, que nadie quiera suicidarse porque los haitianos lo pasan mal, porque este mundo es asqueroso, y porque sólo nos acordamos de los que pasan hambre cuando su desgracia se convierte en otro divertimento de sobremesa. A ver si cuando nos enseñen la miseria en 3D también nos solidarizamos con la realidad y nos dejamos de pensar en tantas gilipolleces.
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