A fuerza de verla, escucharla y leerla, la crisis ha entrado en nuestras casas como un inquilino más. Un habitante que se levanta con nosotros, que se sube al metro y se acomoda entre los viajeros; un observador que se coloca a tu lado mientras trabajas o esperas en la fila de la oficina de empleo. Te vigila durante el almuerzo o cuando regresas a casa. Se sienta en el sofá a ver contigo las noticias, da las buenas noches a tus críos y al final del día se acuesta, entre tu mujer y tú, en una cama demasiado estrecha para tres.
Lo malo de las visitas es cuando aparecen sin avisar y se quedan sin saber a ciencia cierta si van a irse. Esta crisis es un primo lejano que aparece en casa con una maleta de cartón y una sonrisa impostada. Entre risas huecas y remembranzas infantiles, se sienta en el sofá y ya no hay manera de levantarlo. Y además se va a quedar unos días si no te importa ¿cómo me va a importar? ya lo sabía yo, ese es mi primo, ya lo sabía yo.
Lo que queda es llevarse el mentón al pecho y dejar que pase la tempestad con la ilusión de que la visita sea breve, más tarde con la sospecha de que quizás se esté alargando y finalmente con la certeza de que se irá cuando mejor le venga. La crisis es resbaladiza y no se deja atrapar fácilmente; no la puedes agarrar por las solapas y espetarle unas cuantas cosas en cara para después echarla a la calle.
Una crónica negra de tinte cinematográfico, esas de visitante siniestro y alienante. El que nos quita el trabajo y nos expulsa de nuestros hogares, el que hace tambalearse los pilares básicos de la rutina. El que tras mil tribulaciones cae mortalmente herido. Pero… ¿Quién le dará el estacazo final? Esa es la duda: si será un gobierno descentrado o una oposición sin ideas, ambos enzarzados en discusiones metafísicas de saldo. Hace falta un giro del guión. La fatalidad es que la dramaturgia anda también en estado crítico.
Lo malo de las visitas es cuando aparecen sin avisar y se quedan sin saber a ciencia cierta si van a irse. Esta crisis es un primo lejano que aparece en casa con una maleta de cartón y una sonrisa impostada. Entre risas huecas y remembranzas infantiles, se sienta en el sofá y ya no hay manera de levantarlo. Y además se va a quedar unos días si no te importa ¿cómo me va a importar? ya lo sabía yo, ese es mi primo, ya lo sabía yo.
Lo que queda es llevarse el mentón al pecho y dejar que pase la tempestad con la ilusión de que la visita sea breve, más tarde con la sospecha de que quizás se esté alargando y finalmente con la certeza de que se irá cuando mejor le venga. La crisis es resbaladiza y no se deja atrapar fácilmente; no la puedes agarrar por las solapas y espetarle unas cuantas cosas en cara para después echarla a la calle.
Una crónica negra de tinte cinematográfico, esas de visitante siniestro y alienante. El que nos quita el trabajo y nos expulsa de nuestros hogares, el que hace tambalearse los pilares básicos de la rutina. El que tras mil tribulaciones cae mortalmente herido. Pero… ¿Quién le dará el estacazo final? Esa es la duda: si será un gobierno descentrado o una oposición sin ideas, ambos enzarzados en discusiones metafísicas de saldo. Hace falta un giro del guión. La fatalidad es que la dramaturgia anda también en estado crítico.
... de lo que se trata es de tenernos siempre acojonados... ahora que la crisis ya empieza a resultar un tema manido y que ha perdido su punch inicial, atacan virulentamente con la peste porcina (¿vió vd algunos titulares de prensa ayer que parecía que llegaba el apocalipsis final?)... luego serán los neonazis, los meteoritos de trayectoria enloquecida, el calentamiento global, la amenaza nuclear iraní o los sunamis de tinto con casera...
ResponderEliminarSí señor, se acabó el placer del montadito de lomo. ¿qué será de nosotros el día en que un mahometano muera de la gripe porcina? ¿Justificará esto una nueva cruzada contra el islam?Tiene cojones el temita.
ResponderEliminarA mi todo esto me recuerda tanto a la peli de los Increíbles... crear monstruos para luego salvarnos de ellos es tan viejo como el propio mundo.
ResponderEliminarMe encantó el cuento de arriba señor Tristán.
Bueno, no acabamos con la crisis que ya estamos con la gripe y por si fuera poco un meteorito se dirige inexorablemente hacia la tierra.
ResponderEliminarmierda, lo del meteorito no lo sabía
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