Una mujer joven embutida en una malla azul y con el cabello rigurosamente blanco aparece en la cocina de un hogar y anuncia: “Vengo del futuro y te traigo la solución que lava más blanco. Te traigo… ¡Lejía!”.
¿De verdad alguien pretende convencerme de que si se inventa una máquina para viajar en el tiempo enviarán a mi hogar a un emisario del futuro para que me inicie en los misterios de la colada? Lave más blanco ¿Qué es más blanco? ¿No es el blanco lo suficientemente blanco?
Si me paro a ver anuncios, me quedo atónito. No soy capaz de entender cómo alguien puede ensalzar, con una gran sonrisa protésica, las magníficas cualidades del pegamento que usa para que no se le caiga la dentadura al suelo. No comprendo como una percusión sincopada, campanilleos y música de violines, acompañados de un ingenioso movimiento de bielas que se balancean y caen y se empujan unas a otras pueden persuadirme a gastar mis dineros en un automóvil. Con gran perplejidad, se me invita a una fiesta muy concurrida en la que Julio José ofrece queso a unos y otros mientras habla por teléfono con su madre, que siempre acierta cuando se trata de agasajar con viandas a los invitados. El orgasmo de la sofisticación: un plato con queso.
Qué simplezas.
Recomiendo el ejercicio de la descontextualización publicitaria como gimnasia para la mente y como lenitivo emocional. No vaya uno a pensar que es un esnob por beberse un refresco sin azúcar. O que por comprar verduras congeladas, aunque se cocinen bailando un merengue, hará que su matrimonio funcione mejor. Tampoco es cierto que los lomos de atún se preparen en el tiempo en que uno se quita la corbata y tu esposa entra por la puerta toda radiante. Piénsalo. Una vez basta. Tú no vistes corbata ni tu mujer está tan buena, aunque la quieras de verdad. Y el atún congelado hace bola. Está seco.
Un engaño tan sutil que me hace sentir desgraciado por no vivir en el mundo de la Coca Cola. Se supone que todo esto es porque yo lo valgo. Alguien lo ha dicho. ¿Qué es lo que yo merezco? ¿No tener caspa? Todo un desconcierto, señores.
¿De verdad alguien pretende convencerme de que si se inventa una máquina para viajar en el tiempo enviarán a mi hogar a un emisario del futuro para que me inicie en los misterios de la colada? Lave más blanco ¿Qué es más blanco? ¿No es el blanco lo suficientemente blanco?
Si me paro a ver anuncios, me quedo atónito. No soy capaz de entender cómo alguien puede ensalzar, con una gran sonrisa protésica, las magníficas cualidades del pegamento que usa para que no se le caiga la dentadura al suelo. No comprendo como una percusión sincopada, campanilleos y música de violines, acompañados de un ingenioso movimiento de bielas que se balancean y caen y se empujan unas a otras pueden persuadirme a gastar mis dineros en un automóvil. Con gran perplejidad, se me invita a una fiesta muy concurrida en la que Julio José ofrece queso a unos y otros mientras habla por teléfono con su madre, que siempre acierta cuando se trata de agasajar con viandas a los invitados. El orgasmo de la sofisticación: un plato con queso.
Qué simplezas.
Recomiendo el ejercicio de la descontextualización publicitaria como gimnasia para la mente y como lenitivo emocional. No vaya uno a pensar que es un esnob por beberse un refresco sin azúcar. O que por comprar verduras congeladas, aunque se cocinen bailando un merengue, hará que su matrimonio funcione mejor. Tampoco es cierto que los lomos de atún se preparen en el tiempo en que uno se quita la corbata y tu esposa entra por la puerta toda radiante. Piénsalo. Una vez basta. Tú no vistes corbata ni tu mujer está tan buena, aunque la quieras de verdad. Y el atún congelado hace bola. Está seco.
Un engaño tan sutil que me hace sentir desgraciado por no vivir en el mundo de la Coca Cola. Se supone que todo esto es porque yo lo valgo. Alguien lo ha dicho. ¿Qué es lo que yo merezco? ¿No tener caspa? Todo un desconcierto, señores.
¡Coño Samuel! ¡Cuanto tiempo!
ResponderEliminarMe ha hecho mucha ilusión ver tu comentario. ¿Qué tal todo?... bueno es me lo cuentas en el chat privado...
La publicidad creo que es un reflejo de la masa agradecida cuyas reacciones cada vez son más fáciles de adivinar. A mi lo que hace gracia es tanto anuncio "para listos" que existe últimamente. ME imagino al serio padre de familia, cansado después de cortar el césped y venir del centro comercial, con entradas e hipoteca a los 29, completamente eufórico por entender el mensaje del anuncio del coche que se quiere comprar.
Por cierto 100% de acuerdo. Walden es un tostón... aunque si miras encuentras sus cosas.
Un abrazo compañero,
y qué decir de ese detergente para la colada que eliminará malestares conyugales y dará ganas de chingar... Y lo peor el que, a veces, la pubicidad es lo mejor.
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