lunes, febrero 18, 2008

Tridentino no es un chicle

Ha llegado la hora del rito tridentino ¿Y eso qué es? ¿No está usted informado? El ritual es la última moda en lo que a oficiar misas se refiere. En resumen, el señor Ratzinger cree que es más cool evangelizar de espaldas al credo, igual que hacía Jim Morrison en algunos conciertos, pero con vino en lugar de bourbon de garrafa. Los cánones del proceso son previos a la psicodelia, no mucho, sólo cuatro siglos, cuando aún no existía el wah-wah. Ahí está de nuevo la santa iglesia haciendo lo que se le da tan bien, volverse a la realidad y hablar en latín, para que nadie se entere.
Pero ya sea en latín, en polaco o en alemán éstos siempre hablan bien alto, tanto que quieren atrofiar los tímpanos ajenos para que sólo se oiga su propia voz. Lo que parece inadmisible, a estas alturas de la película, es que anden a trompicones por terrenos que no son los suyos y en los que fácilmente pueden tropezar con su propia sotana. Resulta aberrante para la razón que unos personajes que predican con un manual de instrucciones finalizado hace dos milenios intenten imponer con crispación guerrera unos patrones que están caducos ¿Por qué hablan de familia unos señores que por contrato no pueden formar una? No entiendo en qué se basan para formular tal concepto cuándo la familia de la que ellos más hablan estaba formada por una mujer que tuvo un hijo ilegítimo, de un padre que nunca apareció por casa y por un hijo incomprendido que acabó un tanto malogrado. Cuando el dogma de fe entra en conflicto con la realidad hay que hacer balance. Es mucho más tangible el pulso de la razón que la luz divina. Recójanse a sus claustros que el discurso aburre. El que busque consuelo, que acuda a su cobijo. Yo quiero pecar a gusto, porque no me creo el cuento.

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