No me cabe la menor duda de que algunos nacen con una flor en el ojete. Ahí está la primogénita misteriosa de Tom Cruise que, recién nacida, ya produce dólares con la misma facilidad con que otros hacemos de vientre. Y es que me he quedado de piedra (aunque no tan dura como lo que sigue) cuando he leído que el orgulloso padre ha encargado una escultura de bronce inspirada en la primera deposición de la nena. Por mucho que uno recurra al eufemismo, esa deposición no deja de ser un mojón, un cagarro, una tola o una señora mierda. Y además la va a subastar. Y para mayor recochineo el precio de salida es de treinta mil dólares. Ahí es ná.
No quiero ni pensar lo que va a degenerar esa pobre niña cuya visión del mundo le indica que sus excrementos valen más que el azafrán. La tontuna de su padre ya es de risa y no viene al caso, pero un rayo de luz podría indicar a esa mente perdida en divagaciones adventistas que erigiese una estatua basada en cada una de sus películas. Incluso antes de rodarlas y dejarlo ahí. Al menos el bronce no hiede.
La cuestión es que el excremento broncíneo subirá en su puja hasta alcanzar un valor si cabe más desorbitado. Conviene precisar que lo recaudado irá a parar a una ONG preocupada por chicos con procedencias y destinos contrariados. Será entrañable escuchar el panegírico emocionado del donante, anunciando a los desgraciados muchachos: “Amiguitos, durante el próximo año comeréis y vestiréis gracias a la caca de la pequeña Suri Cruise. Oremos porque siga cagando durito.” No estaría de más que aclarasen a estas almas perdidas que sus evacuaciones no sirven para vestir o para comer. Sus excreciones son de segunda, no valen nada. Son tan sólo mierda. Y de la mala.
Es un lamentable caso de desprecio hacia la dignidad de los mortales. Me pregunto por qué no dona Cruise la recaudación de sus películas a esos pobres huérfanos o a algunos miles más, o quita el hambre a alguna población desahuciada o lo que sea, dado que sus bromas fílmicas no rinden precisamente réditos menores. ¿Y por qué no se queda él con esa magnífica reproducción del buen hacer intestinal de su baby? Al fin y al cabo esa cagada de escultura puede llegar a ser tan entrañable para un padre como el primer par de patucos que calza su hijo. Pues porque su mierda es tan apestosa para él como para nosotros la nuestra, aunque por algún motivo, producto seguro del desvarío, él considera que por ser suya, de su hijo o de su ano cienciólogico al resto nos debe resultar un manjar. Dulce de leche, vamos.
Deberíamos recordar más a menudo que hay gente que come lo que otros desechamos y aplicarnos el cuento sin hipérboles pues, dios nos coja confesados, todos llevamos un pedacito de Tom en nuestros corazones. Menuda mierda.
No quiero ni pensar lo que va a degenerar esa pobre niña cuya visión del mundo le indica que sus excrementos valen más que el azafrán. La tontuna de su padre ya es de risa y no viene al caso, pero un rayo de luz podría indicar a esa mente perdida en divagaciones adventistas que erigiese una estatua basada en cada una de sus películas. Incluso antes de rodarlas y dejarlo ahí. Al menos el bronce no hiede.
La cuestión es que el excremento broncíneo subirá en su puja hasta alcanzar un valor si cabe más desorbitado. Conviene precisar que lo recaudado irá a parar a una ONG preocupada por chicos con procedencias y destinos contrariados. Será entrañable escuchar el panegírico emocionado del donante, anunciando a los desgraciados muchachos: “Amiguitos, durante el próximo año comeréis y vestiréis gracias a la caca de la pequeña Suri Cruise. Oremos porque siga cagando durito.” No estaría de más que aclarasen a estas almas perdidas que sus evacuaciones no sirven para vestir o para comer. Sus excreciones son de segunda, no valen nada. Son tan sólo mierda. Y de la mala.
Es un lamentable caso de desprecio hacia la dignidad de los mortales. Me pregunto por qué no dona Cruise la recaudación de sus películas a esos pobres huérfanos o a algunos miles más, o quita el hambre a alguna población desahuciada o lo que sea, dado que sus bromas fílmicas no rinden precisamente réditos menores. ¿Y por qué no se queda él con esa magnífica reproducción del buen hacer intestinal de su baby? Al fin y al cabo esa cagada de escultura puede llegar a ser tan entrañable para un padre como el primer par de patucos que calza su hijo. Pues porque su mierda es tan apestosa para él como para nosotros la nuestra, aunque por algún motivo, producto seguro del desvarío, él considera que por ser suya, de su hijo o de su ano cienciólogico al resto nos debe resultar un manjar. Dulce de leche, vamos.
Deberíamos recordar más a menudo que hay gente que come lo que otros desechamos y aplicarnos el cuento sin hipérboles pues, dios nos coja confesados, todos llevamos un pedacito de Tom en nuestros corazones. Menuda mierda.
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