Algunas cabezas pensantes han decidido que tener un noventa y nueve por ciento del código genético idéntico al de los seres humanos da a los simios superiores la categoría suficiente como para que a ellos también les amparen los derechos humanos. Que conste que no me parece mal, a no ser por la putada que les van a hacer. A los primates, quiero decir. No sé cómo les va la vida, pues mi círculo de amigos no se relaciona demasiado con orangutanes, pero me parece una mala jugada que a partir de hoy un gorila que le arranque la escopeta a un cazador furtivo y se la meta por el culo (al pistolero) en un acto de defensa propia pueda acabar recluido, encapuchado y vistiendo un mono naranja entre combatientes ilegales en una prisión de Guantánamo.
A mí lo que realmente me interesa es ese uno por ciento que nos diferencia de los monos pero que nos acerca caprichosamente y, en distinta medida según el sujeto, a otros bichos. Me he puesto a comparar. Por ejemplo: hay una baronesa que ha decidido que su 1% es totalmente macaco y amenaza con subirse a los árboles (de forma nada romántica, a diferencia del barón rampante de Calvino) para golpearse el pecho desde allí y hacer que la miren. También hay un alcalde, que se pelea con ella, cuyo porcentaje está inspirado por los topos. Aparte de ser corto de vista y tener un morro afilado, socava y mueve la tierra del entorno en el que vive, que es el mismo en el que a otros nos impide vivir. Hay políticos que tienen un marcado acento tipo lemming: son roedores que agrupan a su alrededor a un número imposible de acólitos y después los conducen hacia el suicidio. Tenemos a suegras víboras, camellos, estudiantes linces, vecinas cotorras, adolescentes con pavo, artistas camaleónicos, vacas, tíos perros, hombres rana, tigresas... Mis últimos tres jefes han sido un felino que esperaba a encontrarte ausente para lanzarte un zarpazo, un mochuelo que se fijaba mucho, pero no decía ni pío, y un koala que se movía a cámara lenta, masticaba los yogures de modo pausado, como si fueran eucalipto, y le gustaba ser admirado.
Pero hay algunos sujetos a los que no se puede comparar con ningún animal, más que nada por no ofender a éstos. No conozco ningún animal que se dedique con tanto ahínco a joder al prójimo como algunos políticos, banqueros, empresarios sin escrúpulos o líderes religiosos. Gente tan absurda que ha hecho de su porcentaje algo absolutamente humano. Un porcentaje lleno de miseria, desprecio y repugnante mala baba, gente muy humana al fin y al cabo. Así que si a menudo haces el burro, o te rascas contra las esquinas como las cabras, duermes como un lirón o eres un poco cerdo, quizás sea lo mejor que te pueda pasar. No vayas a olvidarte de que también eres un animal, con o sin derechos.
A mí lo que realmente me interesa es ese uno por ciento que nos diferencia de los monos pero que nos acerca caprichosamente y, en distinta medida según el sujeto, a otros bichos. Me he puesto a comparar. Por ejemplo: hay una baronesa que ha decidido que su 1% es totalmente macaco y amenaza con subirse a los árboles (de forma nada romántica, a diferencia del barón rampante de Calvino) para golpearse el pecho desde allí y hacer que la miren. También hay un alcalde, que se pelea con ella, cuyo porcentaje está inspirado por los topos. Aparte de ser corto de vista y tener un morro afilado, socava y mueve la tierra del entorno en el que vive, que es el mismo en el que a otros nos impide vivir. Hay políticos que tienen un marcado acento tipo lemming: son roedores que agrupan a su alrededor a un número imposible de acólitos y después los conducen hacia el suicidio. Tenemos a suegras víboras, camellos, estudiantes linces, vecinas cotorras, adolescentes con pavo, artistas camaleónicos, vacas, tíos perros, hombres rana, tigresas... Mis últimos tres jefes han sido un felino que esperaba a encontrarte ausente para lanzarte un zarpazo, un mochuelo que se fijaba mucho, pero no decía ni pío, y un koala que se movía a cámara lenta, masticaba los yogures de modo pausado, como si fueran eucalipto, y le gustaba ser admirado.
Pero hay algunos sujetos a los que no se puede comparar con ningún animal, más que nada por no ofender a éstos. No conozco ningún animal que se dedique con tanto ahínco a joder al prójimo como algunos políticos, banqueros, empresarios sin escrúpulos o líderes religiosos. Gente tan absurda que ha hecho de su porcentaje algo absolutamente humano. Un porcentaje lleno de miseria, desprecio y repugnante mala baba, gente muy humana al fin y al cabo. Así que si a menudo haces el burro, o te rascas contra las esquinas como las cabras, duermes como un lirón o eres un poco cerdo, quizás sea lo mejor que te pueda pasar. No vayas a olvidarte de que también eres un animal, con o sin derechos.