A falta de palabras propias, que no llegan porque soy un jodido perezoso, al menos encuentro consuelo en las palabras ajenas, en este caso del guarro de Henry Miller. Veo que las preocupaciones son las mismas, lo que viene a confirmar mi teoría de que todo el mundo piensa igual, sin importar el idioma o la latitud. Un párrafo de "Trópico de Cáncer" se pone de mi parte. A disfrutar de este pedazo de humedad:
"(...) Después de una discusión de esa clase, a veces me vestía y salía a dar un paseo, bien abrigado con un jersey, un abrigo de entretiempo de Fillmore y, encima, una capa. Un frío húmedo, borrascoso, contra el que no hay otra protección que la fortaleza de espíritu. Dicen que América es un país de extremos, y es cierto que el termómetro registra bajas temperaturas casi nunca vistas aquí, pero el frío de un invierno parisino es un frío desconocido en América, es psicológico, un frío interior y exterior a la vez. Si bien nunca hiela aquí, tampoco hay deshielo nunca. Así como la gente se protege contra la invasión de su intimidad mediante sus altos muros, sus cerrojos y postigos, sus porteras gruñonas, desaliñadas y de lengua afilada, así también han aprendido a protegerse contra el frío y el calor de un clima vigoroso y tonificante. Se han fortificado: protección es la palabra clave. Protección y seguridad. Para que puedan pudrirse con toda comodidad."