En mis últimas vacaciones, en las que estuve paseando por Estados Unidos, me encontré con una joven muy proclive a introducirme en las bondades de la cienciología. En una esquina de San Francisco, se acercó a nosotros con una gran sonrisa de mentecata (o de karma satisfecho, según se vea) y nos preguntó:
- Hola chicos ¿Conocéis la iglesia de la Cienciología?
- Sí - Respondí.
A lo que replicó:
- ¿Y cómo la habéis conocido?
- Tú sabes, por Tom Cruise.
- Claro, por Tom Cruise, no podía ser de otra forma.
Después de esta afirmación, y tomándose un momento de introspección, añadió.
- Y... ¿Os gustaría pasar y ver una proyección, una pequeña película, acerca de nuestra ciencia?
- Pues mira, guapa - contesté - Creo que ya he tenido bastante con las películas de Tom Cruise.
Y con la gracia que me caracteriza, di un paso torero y seguí caminando con mi señora por las frescas calles de San Francisco.
- Hola chicos ¿Conocéis la iglesia de la Cienciología?
- Sí - Respondí.
A lo que replicó:
- ¿Y cómo la habéis conocido?
- Tú sabes, por Tom Cruise.
- Claro, por Tom Cruise, no podía ser de otra forma.
Después de esta afirmación, y tomándose un momento de introspección, añadió.
- Y... ¿Os gustaría pasar y ver una proyección, una pequeña película, acerca de nuestra ciencia?
- Pues mira, guapa - contesté - Creo que ya he tenido bastante con las películas de Tom Cruise.
Y con la gracia que me caracteriza, di un paso torero y seguí caminando con mi señora por las frescas calles de San Francisco.
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