domingo, febrero 18, 2007

El Calentamiento Oval

Los telediarios se obstinan afanosamente en recordarnos que el planeta se está calentando, y globalmente además, casi nada. Pero ahí estoy yo, echando humo como amoto polínganera, según mi inquebrantable línea editorial del cabreo. Vamos, que estoy en un proceso de calentamiento oval que no sé cómo va a terminar, igual se me derrite un huevo.

Es importante que veamos todos los días el parte, como decía mi abuela. Lo primero es prestar atención a la noticia en sus múltiples variantes, vengan estas de Kioto, de un antiguo vicepresidente estadounidense, del salón del automóvil o del programa de Ana Rosa, que algo tendrá que decir también esta señora. El proceso a seguir consiste en recapitular, fijarnos en los pasos que damos cada día y hacer autocrítica para tomar una conciencia clara de nuestra parte en el delito. Hagamos la posible lista del mea culpa: me dejo la luz del váter encendida y muere un pingüino, cojo el coche para ir al Mercadona y un iceberg se derrite, pongo la calefacción, sube la temperatura del mar y a las sardinas les salen tres penes y una barba como la de Chuck Norris. Me he levantado por la mañana y la he liado, en resumen.

El sentimiento de culpa es fundamental en toda esta historia. Si no lo sufres es porque no ves las noticias. No te preocupes, ésta del calentamiento global todavía no se ha pasado de moda, aún puedes enchufarte la tele un rato para que te digan que la estás cagando, chaval, que dentro de cien años vas a sudar más que un mono. Yo calculo que en tres o cuatro telediarios te puedes sentir realmente mal. Con cincuenta telediarios te puedes ver por la mañana pidiéndole al café que se caliente él solito, que si pones el microondas va a haber un maremoto en la isla Perejil.

En resumen, una vez más hay un dedo que me señala directamente a mí porque las calefacciones funcionan con carbón, porque la electricidad se produce por combustión, porque los huevos se fríen con gas o porque mi coche contamina mucho más que los portaviones de la marina. Y yo, ciudadano crédulo acostumbrado al discurso pasado por pasapurés, que me meto entre pecho y espalda lo que me diga Pedro Piqueras, el presidente Zapatero, Al Gore o el inefable Ánsar, me siento tan malamente que me tiemblan las canillas, me se aflojan los esfínteres y además sufro un temor de corte inquisitorial.

Ahora viene la segunda, que es la más interesante, la solución magnífica y redentora que nos ofrecen los prohombres que siempre vienen a salvarnos. Sí señor, aquellos que viven a expensas de una papeleta (en cuya manufactura se usan productos muy contaminantes) deciden que por haber sido malos nos van a subir el recibo de la luz, el recibo del gas, el recibo del agua, los impuestos en la gasolina y en los coches, además de justificar que vuelven a construir centrales nucleares, postergando una vez más el uso de las energías renovables... Piensa en ello. Hoy dejo que saques tú las conclusiones.

1 comentario:

  1. Salud compañero. Yo soy Nacho, huésped como tú del Hotel Kafka, y comparto muchas de tus preocupaciones e indignaciones. Lo del cambio climático, por ejemplo, es para cortarse las venas, a uno no le queda más remedio que ponerse en el nivel cósmico y decir la especie humana, una motita en el universo y qué le vamos a hacer, etcétera. Y es insufrible esta "cultura de la culpa" en la que el consumidor, último eslabón de la esclavizante cadena, es el que tiene la culpa de todo. Mentira podrida. Con lo que cuesta un tanque se pueden alimentar mil niños, y a mí nadie me ha preguntado si me quiero comprar un tanque. Etcétera. Hace mucho bien leer tus textos, a mí de un tiempo a esta parte me estaba preocupando mi descenso en mi capacidad de indignarme, de escandalizarme con el escándalo que hay montado en el mundo. Ah, y lo de Tom Cruise es colosal... párese el mundo, la nena ha hecho popó...

    Bueno, un saludo. Nos vemos.

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