El otro día, saliendo del Metro, me encontré cara a cara con Cristiano Ronaldo, futbolista fashion con careto de figurante del Ballet de Sally O’Neal ... Vamos, era un anuncio de Nike, una foto descomunal y del tamaño suficiente como para notar que tiene los poros limpios y de paso yo me equivocase y tuviese una alucinación patrocinada por MARCA. Total, ¿no vive en Madrid? Usará el Metro, digo yo... si es un servicio tan excelente como anuncian en la tele, lo que no sé es por qué no vive ahí dentro. Él, que tanto dinero tiene, se podría arreglar un vagoncito en la línea 10, estilo Orient Express. Además esa línea lo deja al lado del Santiago Bernabéu, que es su equivalente a mi oficina, pero con césped en lugar de moqueta y donde no hace falta ir de traje; valen unos calzoncillos blancos. El hecho de vivir en el metro tiene sus ventajas. Si te preguntan dónde vives, puedes responder: en la Castellana. ¿Número? Todos. ¿Y tiene jardín? Sí, la Casa de Campo, y de trastero, Alcorcón entero. Vamos, eso es lo que se conoce como vacilar de parcela.
Pero me estoy separando de lo que quería comentar. Debajo del retrato del tal Cristiano, aparecía un rótulo en el que le atribuían la siguiente perla: “Mis expectativas son más altas que las tuyas”. Entre la ofensa y la renuncia a tener que darle la razón, me hice yo la siguiente pregunta: “¿Acaso sabes tú, pedazo de subnormal, cuáles son mis expectativas?”. Quizás perdiese el tono, pero a veces me sale el nervio y no respondo. Si nos atenemos a la primera de las definiciones del diccionario de la RAE, una expectativa es “cualquier esperanza de conseguir una cosa, si se depara la oportunidad que se desea”. Se nota que el asunto es particularmente subjetivo. Puedo recurrir en numerosas ocasiones a la fabulación para argumentar mis devaneos, pero es cierto que mientras andaba perdido en estas meditaciones, vi a un señor que empujaba un carrito lleno de trastos viejos. ¿Cuáles pueden ser las más altas expectativas de este humilde chatarrero? Encontrar un radiador, por ejemplo. Si no calienta, lo vende al peso. Estoy convencido de que, en su particular visión del negocio, las más altas expectativas del hombre del carrito son encontrar hierro y revenderlo a buen precio. O bien que las ruedas del carrito vayan rectas. O quizás poder sacar lo bastante como para comprarle a su hijo un libro de cuentos. Vete tú a saber. En cualquier caso, pequeños triunfos que lo sacan de su mediocre rutina.
Por otra parte, ¿cuáles pueden ser las más altas expectativas del futbolista de moda? Ganar otro millón de euros. Comprar un Maserati. Salir a cenar almeja con Paris Hilton. Si nos separamos de lo material, pensemos qué le puede llegar a satisfacer: ¿Leer el Ulysses de James Joyce y entenderlo? ¿Ser más feliz? ¿Tener salud? ¿Encontrar un trabajo mejor que el de correr por la hierba? ¿No morirse? ¿Un bronceado? ¿Qué no le duela cuando se depila las cejas? Mire usted, a lo mejor son esas las expectativas a las que se refiere, pero lo dudo, aunque en este caso no serían más altas que las del resto. Serían iguales. Pero para decir banalidades, Nike le ha tenido que soltar un billetaje, y por mucho que ellos puedan hacerlo, dudo que lo hagan, aún contraviniendo el sempiterno Just Do It.
Así que llego a la conclusión de que tal anuncio es una estupidez de categoría, un montaje ofensivo y chorra, un defecto publicitario, un error. Y al señor Ronaldo, pues lo deja en muy mal lugar. No debería uno dejar que le pongan cosas en la boca por dinero, porque a eso se le llama prostitución. Por mucho que uno sea una puta de lujo. En cualquier caso, si uno llega a ser eso, podemos volver a discutir sobre la altura de las expectativas.
Una cosa sí que me parece cierta. Si yo fuese el Cristiano Ronaldo, nada más alejado de la realidad (empezando por el nombre), me preguntaría: Si tanta ambición tengo, ¿por qué llevo en la camiseta lleva el número 9? Yo quiero el 198. O más. Quiero el infinito.
Por otra parte, ¿cuáles pueden ser las más altas expectativas del futbolista de moda? Ganar otro millón de euros. Comprar un Maserati. Salir a cenar almeja con Paris Hilton. Si nos separamos de lo material, pensemos qué le puede llegar a satisfacer: ¿Leer el Ulysses de James Joyce y entenderlo? ¿Ser más feliz? ¿Tener salud? ¿Encontrar un trabajo mejor que el de correr por la hierba? ¿No morirse? ¿Un bronceado? ¿Qué no le duela cuando se depila las cejas? Mire usted, a lo mejor son esas las expectativas a las que se refiere, pero lo dudo, aunque en este caso no serían más altas que las del resto. Serían iguales. Pero para decir banalidades, Nike le ha tenido que soltar un billetaje, y por mucho que ellos puedan hacerlo, dudo que lo hagan, aún contraviniendo el sempiterno Just Do It.
Así que llego a la conclusión de que tal anuncio es una estupidez de categoría, un montaje ofensivo y chorra, un defecto publicitario, un error. Y al señor Ronaldo, pues lo deja en muy mal lugar. No debería uno dejar que le pongan cosas en la boca por dinero, porque a eso se le llama prostitución. Por mucho que uno sea una puta de lujo. En cualquier caso, si uno llega a ser eso, podemos volver a discutir sobre la altura de las expectativas.
Una cosa sí que me parece cierta. Si yo fuese el Cristiano Ronaldo, nada más alejado de la realidad (empezando por el nombre), me preguntaría: Si tanta ambición tengo, ¿por qué llevo en la camiseta lleva el número 9? Yo quiero el 198. O más. Quiero el infinito.
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